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sino que a veces emiten olores perfumados. Estas permanecen estacionadas e inalteradas durante años y años, contra toda ley natural. Poulain concluye con la misma afirmación aducida por el especialista Francisco Salis-Sewis en 1892, a saber, que los estig– mas, o la reproducción material de las llagas de Jesús impresas en el cuerpo de un carismático, no tienen su causa natural ni en la imaginación, ni en predisposiciones psíquicas, rechazando de igual modo la presunción de la ciencia (incluidos Bignami y Ge– melli) de querer explicar naturalmente las llagas con las teorías de la inedia, de la autosugestión, del histerismo, de la hemo– rragia. Las llagas le hacían sufrir El que se encontraba al margen de tantas doctas y menos doctas disputas sobre el fenómeno y las causas de los estigmas, o -más exactamente- el que desconocía y no tenía interés por conocer tales disputas, era precisamente él, el interesado, el P. Pío. Su actitud - mientras todo el mundo va a su convento para curiosear inútilmente, o para observar en plan científico, o bien para besar devotamente sus llagas- es la de un auténtico estig– matizado. Sólo se preocupa de sus llagas para secar la sangre que mana y para ocultarlas a todos, incluso a los superiores. Unica– mente las muestra por obediencia. Y tales mandatos le producen malestar, confusión, sufrimiento. No son pocos -y ante todo los que viven a su lado en el mismo convento- los que atestiguan ese comportamiento. El P. Paulino de Casacalenda, que junto con otros tres reli– giosos recibió el encargo de poner en práctica el método curativo del doctor Bignami, escribe lo que vio: "Durante ocho días todas las mañanas le quitaba las vendas del día precedente... y se le ponían las nuevas, y de ese modo teníamos la oportunidad de ver y de observar las heridas del padre, el cual sufría íntimamente en lo más profundo de su alma al tener que mostrar aquellas llagas que trataba siempre de ocultar a las miradas ajenas. El que hubie- 130