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A otra personalidad eclesiástica el Papa recalcó: -El P. Pío es verdaderamente un alma grande. Ya por entonces el mundo se iba convenciendo de esto. Creyentes e incrédulos A principios de mayo de 1919 habían subido desde Foggia para hablar con el P. Pío, la señora Faiello y dos hijas suyas. Ya por entonces -atestigua el P. Paulino de Casacalenda- "había comenzado un vasto movimiento de gentes que asediaban nuestro convento y nos robaban la paz que hasta ese momento habíamos disfrutado". Al día siguiente otras personas, no todas de Foggia. En los días sucesivos diversos grupos de personas, cada vez más nume– rosos, de toda Italia. Todos iban en busca del P. Pío. Todos querían hablarle o, por lo menos, verle. Un semanario de la Capitanata-Lucera, el 25 de mayo de 1919, publicaba que San Giovanni Rotondo estaba a punto de "hacerse famoso en toda Italia". Yañadía: "Hasta ayer comenza– ba a serlo, por desgracia, debido al bandolerismo que infestaba los campos; hoy es por un humilde fraile con fama de santidad". Y en un informe que se remonta al 27 de noviembre de 1919: "Algunas gracias atribuidas a las oraciones del buen religioso dieron pábulo a la fe de los creyentes". El 8 de agosto de 1919 ya se escribieron estas líneas: "La muchedumbre impetuosa venía armada de tijeras y... ha cortado casullas, albas, cíngulos, hasta el asiento del P. Pío, y mientras esto ocurría, todo acompañado de guardias y carabineros, no faltaron atrevidos que hasta le cortaron pedazos del hábito y de la capa". Era un gentío que aumentaba día a día. "Venían gentes de todas las profesiones y de todas partes, entre los cuales los más numerosos eran los médicos, los periodistas de diversos periódi– cos, muchísimos enfermos con esperanza de sanar. Con éstos, muchas personas que se creían poseídas del demonio y querían verse libres. Venían muchos movidos por la curiosidad y querían indagar, preguntando sobre esto y aquello, para cerciorarse de la 125
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