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va": "He impuesto y me he impuesto la más estricta reserva, hasta el punto que nunca he querido manifestar a nadie todo lo que he escrito a vuestra paternidad". Hasta los cuatro capuchinos de la provincia de Foggia, encar– gados de vendar durante ocho días las heridas del P. Pío, recono– cen que fue gracias a las disposición del doctor Bignami el haber podido tener la suerte de ver las heridas del compañero. A no ser por eso, bajo ningún pretexto lo hubieran conseguido. Uno de ellos, el P. Paulino -obligado a un silencio más riguroso- reco– noce explícitamente esta gracia: "Estoy muy agradecido al doctor Bignami, porque sin su mandato yo no hubiera visto nunca las llagas del Padre". A la orden del profesor iba añadido el "precepto de obediencia" del provincial. El primer enviado especial de la prensa, Renato Trevisani, en su nota aparecida en// matino del 20-21 de junio de 1919, describe la firme y obstinada negativa del P. Paulino a concederle entre– vistas o conversaciones privadas con el P. Pío. El P. Paulino ni siquiera accede a proporcionarle datos e impresiones personales sobre el padre, justificando así su postura: "No puedo, lo tengo absolutamente prohibido por mis superio– res .. . Nos encontramos en una situación muy delicada. Cualquier avance por nuestra parte, cualquier palabra menos controlada, una idea cualquiera manifestada con toda sinceridad podrían dar ocasión al equívoco, que ni puede ni debe .producirse. Somos simples espectadores, lo mismo que los fíeles que aquí acuden, de lo que hace el P. Pío. Nosotros constatamos lo que ocurre, pero no nos está permitido ni siquiera decir lo que pensamos sobre ello". Sinceramente,.esta circunspección de los capuchinos les hon– ra. Aunque durante decenas y decenas de años esto desató los nervios a los periodistas que, al recoger informaciones, no hacían más que cumplir con su oficio. Todo inútil. El hecho de la estigmatización se convirtió en noticia. 119
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