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pedían noticias sobre hechos históricamente ciertos, como las llagas, la temperatura elevadísima hasta alcanzar en ocasiones los 48°, dos hechos de penetración de espíritu con los que salvó a dos pobres almas de su estado sacrílego, etc. Pero esos hechos los refería objetivamente, sin dar explicaciones, y no recuerda haber confirmado nunca lo que se decía de curaciones milagrosas, por no haber sido constatadas personalmente por él". En la misma línea de prudente reserva se movió el nuevo provincial, P. Pedro de Ischitella. Ya el 30 de septiembre de I 919, en una disposición tratada con sus consejeros, el P. Pedro ordena que en el convento de San Giovanni Rotondo, tanto la iglesia como la portería se cierren al toque del Angelus. Repite que queda absolutamente prohibido que periodistas y fotógrafos se acerquen al padre. Llama la aten– ción a los religiosos para que sean muy prudentes en contarle al padre cosas que puedan herir su modestia lo mismo que en hacer– le preguntas. Queda prohibido apropiarse, y mucho menos dar a otros, objetos que pertenecen al padre, a no ser algunas estampi– tas, en las que el padre podrá escribir algún pensamiento para responder a la devoción de personas devotas. En carta, desde Foggia, del 27 de noviembre de 1919, el P. Pedro comunica datos importantes al especialista en temas franciscanos P. Eduardo d'Alen~on (cuya prudencia reconoce), haciendo un resumen de "las tres minuciosas relaciones de hom– bres de ciencia y que concuerdan en casi todo tanto en la descrip– ción de las heridas como en la conclusión de que las diversas hipótesis científicas no logran explicar el fenómeno". El provin– cial, además de demostrar prudencia "dejando a la autoridad · competente el juicio de cuanto de insólito acontece" en su súbdito el P. Pío, aporta un juicio acerca del estigmatizado al que "reli– giosos prudentes" conocen más íntimamente y mejor que él. Estos -escribe- "atestiguan sin género de duda el aprecio íntimo de su espíritu. Aunque nada se trasluzca al exterior, a no ser una clara apariencia de serenidad e ingenuidad angelicales, lo sobrenatural se revela en él, sobre todo en la voluntad heroica de sufrir un continuado martirio. Hace años que sufre sin una queja, llegando incluso a ocultar sus sufrimientos internos y externos. Su vida no es otra cosa que la oración y la unión íntima, directa, casi diría ininterrumpida, con Dios". El P. Pedro perfila su actitud y la de otros de "rigurosa reser- 118
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