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Dirigiéndose al P. Paulino, superior del convento, el P. l:seni– to le intima la más cuidadosa prudencia, recordándole lo que él mismo había visto por propia experiencia: "Usted que sabe qué confusión y rubor experimentó el P. Pío por verse sometido a la constatación; que sabe cómo necesité toda la fuerza de mi autoridad para doblegarle a la obediencia, y eso en lo escondido de una celda y con la protesta de que era únicamente para gloria de Dios; ¿se atreve a utilizar el secreto de un alma con todo el sentimiento de su delicadeza, y se lo entrega a la prensa como objeto de crónica? Eso es tremendo. De ahora en adelante prohíbo, bajo grave, comunicar a quien sea y sea cualquiera el motivo, otras noticias íntimas de lo sucedido, de lo pasado o de lo que en adelante suceda, teniendo muy presente que es perjudicial al decoro del hábito y a la causa de nuestro querido Padre toda divulgación que salga de nosotros o en la que se pueda descubrir que hemos intervenido nosotros". Cuando llegó la noticia -no se sabe si verdadera o falsa- de una comisión de médicos militares, decidida a subir a San Gio– vanni Rotondo para constatar "la realidad del prodigio", el P. Be– nito le comunicó al P. Paulina una orden precisa: Ponerlos cor– tésmente de patitas en la calle. Acerca de la circunspección del P. Benito -que era quien lo sabía todo-, nos queda, como documento indiscutible, un testi– monio escrito por su sucesor, el P. Pedro de Ischitella. Apenas la prensa lanzó las primeras noticias en torno a los fenómenos del P. Pío, su provincial y director espiritual, el P. Benito, "intentó por todos los medios que se evitase la publicidad, que le resultaba amarga en extremo. Mandó a los religiosos que, cuando fuesen preguntados, guardasen silencio con todos y de modo especial con los periodistas, y prohibía rigurosamente que se les concediese ninguna entrevista. Orde.nó ·además que echasen fuera del con– vento y evitasen cualquier comunicación con el corresponsal de// malino, en el caso de que hubiese mandado a su periódico alguna relación. "Una prueba, por su parte... , de no querer participar en dar pábulo al público entusiasmo, después de la clamorosa declara– ción, consistió en no entregar a nadie la única fotografía fiel existente, a pesar de las tentadoras ofertas o fuertes demandas de personas eminentes. · Una vez difundida la fama, hubo de acceder con los que le 117
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