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compañeras con cierta madurez y hábito de trabajo. Todos los elementos apuntados son imprescindibles, pero el primero puede considerarse como el alma y la garantía de los demás. Para una religiosa contemplativa es decisivo, si quiere sentirse completamente a gusto y ensamblada en el monasterio, abrirse generosa a la experiencia íntima de Dios, haber sen– tido y gustado el amor y cercanía de Dios. De cara a la comunidad, del adecuado o defectuoso método de formación se sigue que la aspirante encaje satisfactoriamente en la Co– munidad. En cuanto a la nueva profesa debe tener muy claro cuáles son los principales objetivos que debe perseguir en el estado de con– cepcionista. Hemos querido hacer una descripción un poco detallada del que– hacer de la maestra de novicias para que resalte más la labor de la M. Inés como maestra de novicias. Si analizamos la designación de la M. Inés para el cargo, desde un án– gulo estrictamente humano, quizás se podrían tener algunas reticencias. No era una religiosa de mucha cultura, se incorporó al monasterio con una formación primaria bastante deficiente, ella misma no tuvo incon– veniente en reconocerlo ante sus novicias, hija de labradores, de mediana posición económica, tirando a baja, la tercera de cinco hermanos, mu– chas veces no pudo asistir a la escuela. El cuidado de sus hermanos a veces y otros deberes ineludibles de casa la impidieron asistir muchos días a la escuela. Aún teniendo en cuenta este reparo, sólo relativo, la comunidad de Concepcionistas de El Pardo, estuvo acertada, en la designación de la M. Inés para responsable del Noviciado. Tenemos en su favor, primeramente, los testimonios unánimes de las que fueron sus novicias: "De todos los cargos que desempeñó en el convento -dice una de sus ex-novicias- pienso que, el de maestra de novicias, fue donde mejor demostró sus cualidades humanas y su gran personalidad religiosa". 243
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