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Susto quizás más angustioso se llevaron Sor Corazón de María y Sor Mª del Rosario. Nos lo cuenta Sor Corazón de María, hermana de la Sra. donde se habían refugiado ella y Sor María del Rosario: "El 28 del mismo mes, se presentó una cuadrilla de milicia– nos con pistola en mano y, poniéndola en nuestro pecho, pedían que les dijéramos donde estaba la superiora que era la que más buscaban. Entre ellos había uno de mi pueblo que conocía la casa de mi hermana y ese sería el motivo de ir. Y que si no les decía– mos, antes de 24 horas seríamos fusiladas e igual amenaza hicie– ron a la Señora de la casa y a los porteros si nos dejaban huir. Nosotras que no sabíamos el nombre de la caUe les diji– mos la verdad, que no Jo sabíamos. De momento, nos dijeron que nos dejaban esas 24 horas para averiguarlo que volverían y si no se Jo decíamos nos cargarían, como decían entonces. Esto sucedió ya anochecido y pasamos toda la noche en ora– ción y haciéndonos la recomendación del alma y ensayando lo que íbamos a hacer las dos en el momento de fusilarnos y contando las horas de vida que nos quedaban no pudimos tomar bocado". La señora de la casa quiso inmediatamente después de marcharse los milicianos ir a comunicárselo a la Madre Superiora, pero nada más salir a la calle vio que estaban acechando los mismos milicianos, por lo que no pudo dar un paso y se volvió a casa. "Más tarde se pudo comunicar con la Madre y esta dijo a mi hermana que de ninguna manera les diéramos el número de la casa, que esa noche hacían mucha oración por nosotras para que los milicianos no cumplieran sus amenazas. Sin duda que– damos convencidas que la eficacia de su oración fue la que nos salvó, porque los milicianos no volvieron a molestarnos". Sor Corazón de María tuvo además otro susto. Estaba oyendo misa en una capilla de religiosas, cuando irrumpieron en ella un grupo de mi– licianos. Las llevaron a la cárcel y las tuvieron sin comer veinticuatro 189

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