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rne esta señora grandísimo afecto y era mi hija es– piritual» (fº 39r). Debió de ser el canónigo Briz, con– fesor de doña Gracia, quien la hizo relacionarse con ella. Otro hijo espiritual, no menos adicto, fue don Lope de Francia, señor de Bureta, que fue virrey de Mallorca. Según noticias dadas por sor Arcán– gela en el proceso informativo, don Lope era muy sordo y, no obstante, en las frecuentes visitas que hacía a sor María Angela, oía perfectamente las respuestas y los consejos que le daba. También su joven esposa debió de beneficiarse del mismo ma– gisterio espiritual, porque, fallec_ido don Lope, tomó el hábito en las capuchinas de Zaragoza el año 1647 con el nombre de sor María Teresa de Gurrea•; más tarde, en 1655, fue a la fundación de Calatayud, donde falleció en 1669. 1 Particular veneración profesó a sor María Angela el cardenal Teodoro Trivulzio, milanés, llegado en 1642 como virrey y capitán general de Aragón. A las oraciones de la capuchina atribuía el haberse logra– do sucesión para su linaje. Mantuvo relación epis– tolar con ella aun después de su regreso a Italia 2 • Fueron numerosos los prelados que la trataron y se aficionaron a ella. Consta que mantuvo corres– pondencia espiritual con don Jerónimo de Lanuza, obispo de Albarracín (1622-1625). Conocemos ya el aprecio que hizo de ella el arzobispo de Zaragoza don Juan Martínez de Peralta. Don Pedro de Apao- 1 Traslado, fº 77; I. TORRADEFLOT, Crónicas, II, 99, 105s. 2 Traslado, fº 77v. El cardenal conservó con veneración cinco cartas de sor María Angela en el archivo de familia, dos de 1643 y tres de 1644. Obraron entre los escritos apro– bados en 17716,: Acta et Decreta Causarum beatificationis et canonizationis O. F. M. Cap., Milano 1964, 76. 140

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