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honestos» (c. 17). Esto, además de la recreación co· mún, que está señalada en el horario de cada día: «una hora, o media, en lugar acomodado, después de la comida del mediodía, hablando unas con otras de cosas espirituales y de edificación» (c. 22). Pero nada de ordinariez en el trato: «La falta de urbanidad es uno de los impedimentos que per· turban a las personas recogidas»; por lo cual las hermanas deben observar entre sí la «cortesía reli· giosa», y han de tener, sobre todo, «caridad unas con otras en las imperfecciones». Se transcribe li· te:-almente la disposición de los estatutos de Bar· celona acerca de los sobrenombres piadosos, que se iban poniendo de moda en muchas familias reli– giosas: «No se pongan sobrenombres, ni siquiera de nombres de santos o santas, como es sor Isabel de santa Clara, sor Inés de Jesús, sor María de los Angeles ... ; porque jamás en esta religión se ha usado. Por sobrenombre retengan el de la casa de su origen, o tómenlo de la tierra o lugar de donde son naturales, como es llamar– se Emerenciana Copons, sor Francisca Jornet, sor Clemencia de Girona, sor Clara de Barce– lona» (c. 16) 2 • Se mantiene asimismo aquella justa prevención, p:::.tente en el texto de Barcelona, contra ciertos in· fantilismos o frivolidades, que con facilidad anidan er:. los claustros: «Las hermanas por ningún caso hagan confituras u otras cosas vanas para dar a seglares, al confesor o a los que dijeren misa en la iglesia, porque de esto se siguen inconvenientes, a más de la pérdida de tiempo. Ni se permita tener 2 Son nombres reales de las que profesaron en Barce– lona el afio 1-602: I. ToRRADEFLOT, Crónicas, I, 405. 127
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