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puede ser «lega o corista», según lo disponga la obediencia. Además del llamado capítulo de culpas, en el cual se prohibe imponer penitencias que no sean «limpias, honestas y devotas», existe el capítulo pre– visto por la Regla para tratar los asuntos del mo– nasterio, pero se ha de tener en otro tiempo (c. 9). No se hace mención de la dote. Conforme a la Regla, se rechaza toda posesión o renta. La comuni– dad vive del trabajo, de las donaciones voluntarias y de la limosna. Por lo mismo se inculca la laborio– sidad y la colaboración entre las hermanas. Pero la guarda estricta de la pobreza no debe ser en mengua de la caridad. La abadesa ha de ser generosa en proveer a las necesidades de cada ü.na y, de modo particular, de las enfermas. Hay un pá– rrafo notable a este respecto: «Si alguna abadesa, o vicaria, u otra señalada para el servicio de las enfermas, no las proveyere según la posibilidad del convento y calidad de la enfermedad o condición, sean todas acusadas delante del visitador,; y, ha– biendo tenido notable defecto en el. servicio/ de las enfermas, sean gravemente castigadas como crue– les» (c. 13). Hay un sorprendente equilibrio entre la disci– plina del silencio, «ornamento de la paz» conven– tual, condición para el retiro y la oración, y por otro lado la convivencia espontánea y comunicativa . Para ello está prevista la recreación y el esparci– miento; se descartan los juegos impropios de la vida religiosa, pero se añade: «El consuelo o diver– timento que podrán tomar será que, cuando se hallaren dos o tres juntas, y no fuere lugar u hora de silencio, hablen siempre unas con otras de Dios, o de las vidas de los santos y santas, y de las cosas tocantes a la salud del alma, o de negocios útiles y 126
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