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que el emplazamiento del mismo estaba ubicado dentro de la demarcación parroquial de Santa En– gracia, que era, y lo ha sido hasta nuestros días, un enclave de la diócesis oscense. El prelado de ésta alegaba que las capuchinas eran «súbditas suyas». Todo terminó con el fallo de Roma, «al cabo de muchos pesares y años y no pocos gastos», resume María Angela Cf° 57r). En otras ocasiones de menor envergadura y más personales, prefería imitar al divino Maestro en su pasión, callando y cediendo. «Eché por tierra mi razón -escribe en 1642- y pasé por la ejecución ajena» (fº 126r). Y por más recio que fuera el «torbellino», sobre todo si era interno, como sucedió en 1636 con oca– siór. del capítulo de elecciones, lograba mantener la paz del espíritu echando mano de «las armas de la paciencia» y acogiéndose al pecho amoroso del Señor, que le compensaba con creces de «la mala correspondencia de algunas hermanas», comunicán– dole la suavidad de su consuelo. «Era mi quitape· sares», escribe (fº 67r). Ese «renunciar a la pelea», dejando que Dios obt..1viera victoria en ella, antes que salir ella . vic– toriosa en los enredos, daba frutos de paz interior: lograba mostrarse risueña y gentil con los causan· tes de su desazón, y eso aun en casos de «grandes sinrazones e iniusticias», que le hacían mirarse en «las penas mentales de Cristo durante la pasión» (fº 127r). Construcción del convento nuevo La principal dificultad que habían puesto los jurados para admitir la fundación de las capuchinas 117

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