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píritu noble, sin envilecimiento» ni adulación; y conducirse con ellas «con la nobleza y suavidad con que Dios trata a cada una» (fº 135v). Las hermanas que la tuvieron por superiora se hacen lenguas de aquel su estilo evangélico de ser– vir más que de gobernar: «No tenía aceptación de personas». «Era la primera en barrer, fregar, lavar la colada, entrar leña». «Tenía particular prudencia y gracia para mover sin desagradar. Y, si algunas veces sen– tía que a'lguna podía quedar con algún descon– suelo, acudía a consolarla y alentarla, de ma– nera que la dejaba antes edificada que obli– gada». «Era muy ponderada en la reprensión de los defectos que viese». Pero «en los casos obligatorios de hacer co– rrecciones y exhortaciones, las hacía con todo valor». Y siempre con delicadeza, a veces «con solo un gesto o con una mirada». «Poseía en manera especial el don de con– sejo, dando respuestas adecuadas a la situa– ción de cada hermana que iba a ella, y deján– dolas con plena paz»; y esto «en tal grado, que las hermanas estaban· persuadidas que les pe– netraba el interior». «Ponía mucha atención en que a sus reli– giosas no les faltase nada de lo necesario, así en la salud como en la enfermedad». «Era muy amada y venerada de todas» 2 • Llama la atención su sentido del diálogo, en un tiempo en que estaba tan en boga la obediencia cie– ga en los ambientes conventuales. Lo afirman las he::-manas: 2 Traslado, fº 30v, 49v, SOr, 58r, 79v 0 81v, 89v. 111

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