BCCCAP00000000000000000000446

en religión cómo en la predicación; . y oír la palabra divina, ni tratar de Dios que no sea trato de veneración y delicadeza, no hay re– medio.. . » (.fº 134v-135r). En su humildad, mira todo ese conjunto de cua– lidades como puras afirmaciones del propio yo, «tropiezos» que se oponen a la voluntad y a la ac– ción de Dios,; y enumera los recursos evangélicos de que echa mano para llevar adelante esa lucha de superación. Lo que, en realidad. descubrimos en esa preciosa página de observación de sí misma es una personalidad definida, coherente, rica de re– sortes , con lo que esta riqueza lleva de positivo y de negativo. · · Estaba habituada . a tener a raya los impulsos menos ordenados. «Me hallo -dice- en ün retiro de pasiones, que parece no osan salir a acometerme con brío, porque luego que tantico y muy de lejos aparecen, experimento un valor y humilde señorío, tan poderoso, que luego las sujeta y aniquila» (fº 135r). Un complejo que afecta al fondo de la fe Hay, con todo, una de las ~<pasiones» clásicas, que nunca logra vencer del todo: es la del miedo. Vimos ya lci qué le costó sobreponerse al horror que le producía la soledad durante la noche, espe– cialmente cuando practicaba sus <<vigilias». Escribe en 1634: «He tenido toda mi vida terri– ble pavor a los muertos» (f 0 53r). Para dominarse, circulaba de noche por los lugares más solitarios del convento, deteniéndose junto a las sepulturas de las monjas difuntas. El confesor, doctor Arbués, para ayudarle en ese empeño, le impuso vencimien- 104

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz