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23 El molde de Dios. No de forma matemática, pero sí histórica y simbóli– ca, diríamos que a partir del año 1985 se conmemora el bimilenario del Nacimiento de María, Madre de Jesús. Es decir, hace dos mil años que nació la Virgen. Y ha de ser un hecho importante y extraordinaria– mente jubiloso celebrar fuera de todo modo y parquedad el nacimiento de esta mujer enteramente singular, porqu~ la alegría de su entrada en el mundo está vinculada al mis– mísimo gozo de la Navidad del Señor. Dios pensó desde siempre en María, como pensó en la encarnación del Verbo en su seno. En la providencia de Dios hubo el mismo júbilo eterno. Los cristianos tenemos que celebrar el bimilenario del Nacimiento de María, pen– sando en la mayor calidad de alegría y expresión de amor. En el Nacimiento de María comenzó la re-creación del mundo y de la humanidad. Pecó el hombre y los efec– tos del pecado los sintió la creación entera. En el natalicio de María destinada a ser Madre de Dios, comienza la al– borada de la nueva creación: Ella aparece limpia, impolu– ta, Inmaculada, purísima, sin pecado, "llena de gracia". La fuerza redentora del Hijo, que quince años después acogería en su seno, actuó en ella con redención preserva– tiva. Y nace con ella el primer ser sin pecado. Su nacimiento es para el universo y la humanidad el alborozo más límpido. La liturgia le canta: "Tu naci– miento, Oh Virgen gloriosa, anuncia para el mundo ente- 75
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