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21 El pecado social. Quien cada día sale al trabajo, a la jornada diaria, dispuesto a construirse a sí mismo, independientemente de Dios, ordinariamente lo hace a expensas de otros, par– ticularmente de los más débiles y pequeños. Parece que las gentes, todos, nos vamos dando cuen– ta ya de que, además de un pecado individual, existe tam– bién "un pecado social". Todo pecado "des-solidariza" al hombre con Dios; pero el pecado social, además, "de_s– solidariza" al hombre con el hombre. Usted mismo pudiera enumerar ahora mismo mu– chos "pecados sociales". Trabajo ha costado llegar a este convencimiento que todavía algunos admiten débilmente y no ha traspasado en muchos el umbral del corazón. El egoísmo es muy pertinaz. Pero en fin, algo se ha conseguido, por lo que a in– quietud humana se refiere, y para este logro se han tenido que difundir por el cine, la prensa, la radio y la televisión de todas las naciones, las escenas más tristes y espeluz– nantes de pueblos hambrientos, deshechos, esclavizados; niños tirados entre escombros y basureros, madres que ofrecen sus pechos flácidos a un puñado de huesos vivien– tes ... ¡Todo un golpe bajo a un mundo deshumanizado! Si a esto añadimos la caterva inmensa de pobres, de necesitados de lo más elemental, de brazos negros y blan– cos que suplican ayuda levantados al cielo como ramas de árboles secas... , o angustiados en el paro, comprendere- 69

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