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cosas, al mismo tiempo que se imprimen de modo como natural en el alma de los adolescentesJormas probadas de cultura a medida que van creciendo". (61). En los centros docentes no les darán a los niños ni a los jóvenes una vivencia religiosa completa; ni un sentido adecuado de participación familiar; ni una información ni educación sexual equilibrada y oportuna; ni el valor práctico del ahorro; ni la comprensión, respeto y convi– vencia con el otro sexo; ni la virtud de la austeridad y el aguante; ni las reglas amables de saber ceder sin capricho... Algo de todo esto sí. Pero son los padres los que han de llevar el tira y afloja en este cultivo espiritual y psicoló– gico de los hijos, en la propia casa y día a día; orientar al cultivo de la mente y de un corazón generoso. Confiar en absoluto el cuadro educativo del niño o del adolescente a los centros docentes es encontrarse ma– ñana con que el niño o el joven no ha pasado de ser un pe– queño salvaje. El ideal de los centros educativos es que el alumno ahonde en ciencia y conciencia, que realice el aprendizaje de unas disciplinas y de la vida misma. Pero lo cierto es que esto difícilmente se da. La aglomeración de los discípulos en las clases y otras causas impiden el lo– gro de esta meta. El colegio, la escuela, el instituto, la universidad en– señan, informan. Pero sólo el roce y testimonio familiar, llevado como Dios manda, dan a los hijos el cultivo del alma y del corazón, les hacen madurar y les abren las puertas de la verdadera existencia. 61
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