BCCCAP00000000000000000000396

Hombre y mujer. Así los creó Dios. Ni mujer sola ni hombre solo. Hombre y mujer unidos, dándose la mano para amarse juntos, trabajar juntos y hacer historia y vi– da juntos. He leído que hay un millón de religiosas en el mundo. La mujer cristiana puede jugar un papel impor– tantísimo en la Iglesia. Imagínense ustedes que hoy decimos: - "¡Ya!"... , y manos a la obra, un millón de religiosas unen sus esfuer– zos... ; pero imaginemos qué ocurriría si todas las mujeres cristianas juntaran su calor, afán y fe, sin condiciones, al servicio de Dios y de los hombres. No hemos de tener ningún reparo en afirmar que son, precisamente, las mujeres las que han encontrado el verdadero tono al Vaticano II. Mientras los hombres nos hemos entretenido en debates doctrinales. Ellas, las mu– jeres, -una buena parte del millón de religiosas- se han de– dicado sin discusión a los pobres y a los abandonados. Y viven el admirable heroísmo cristiano al lado de los mar– ginados. El mayor efecto de personajes como Teresa de Cal– cuta a quien se le acaba de conceder en Estados Unidos el premio, "Medalla de la Libertad", como "heroína de nuestro tiempo", es que el mundo ha vuelto a la gran "iglesia femenina", encadenada en el que sufre. Nadie puede poner en duda sino sólo admirar a tan– tas mujeres que valoran su virginidad religiosa y cumplen en la iglesia una misión irreemplazable, maternal, que vi– sibiliza la infinita preocupación de Dios por el desvalido. ¡ Qué pena que la inmensa riqueza de experiencias re– ligiosas de la mujer sea tan poco aprovechada! Todavía no se le ha concedido la voz suficiente. La mujer no tiene en la Iglesia la resonancia que el tono de su actuación re- 55

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz