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encontró dos leptos -más o menos unos céntimos-. Todo lo que tenía. Y los depositó con mucho cuidado para no hacer ruido. Pero Jesús la vio. Y los ojos de Jesús que la sonrieron se llenaron de júbilo. Después, el Maestro lla– mó a sus discípulos: - "Mirad, -les dijo alborozado-, véis aquella mujer, sí, aquella mal vestida; esa mujer ha echa– do más que todos. Los ricos han dado de lo que les sobra... Pero esa mujer de su pobreza, rebuscando en sus bolsillos, ha dado todo su sustento, lo que tenia hoy para vivir... ". Esta es la valoración de Jesús. En toda acción, en to– do trabajo, en la práxis cristiana, aun de lo más insignifi– cante, lo verdaderamente operativo y fecundo es la gene– rosidad del corazón. 266
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