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95 Era una mujer pobre. Existe una lectura del Evangelio científica, no cristia– na: el Evangelio es un libro universal lleno de belleza, un texto admirable; Jesús un personaje encantador, y su obra irrepetible. Existe otra lectura del Evangelio cristia– na y comprometida: Es posible revivir hoy el Evangelio y en él encontramos la maduración humana y religiosa; y es posible revivirlo hasta en las cosas más pequeñas y desde las cosas más sencillas. Conozco al pobre que se sienta en la esquina de mi calle. Es una persona mayor. Todos los días hace la mis– ma maniobra, extiende el capote en el suelo, se sienta y coloca su viejo sombrero un poco adelantado para reco– ger las limosnas. Todos los días a la misma hora después de salir de clase, pasaba corriendo un niño por la acera, pegaba un salto por encima del sombrero y se perdía en la calle. Y así repetidamente. Ocurrió un día que, diez me– tros antes de llegar al pobre, al niño se le cayó una canica y rebotando se introdujo en el sombrero del pobre. - "¿Me das la canica?". - ''Cójela, niño''. Desde aquel día, el niño sabe que el pobre se llama Amadeo, y el pobre sabe que el niño se llama Marcos. Cuando sale de clase, Marcos ya hace siempre una parada al lado de su amigo: -"Hola, Amadeo". 264
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