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nuevo", integrador, creando un humanismo cuyo centro fue en todo momento Dios. Celebra en su vida a Cristo con corazón generoso, humilde y servidor. Le proclama "pobre y crucificado" y síntesis tangible y concreta del amor de Dios. Y en El se alegra y llora y canta. Y como El vocea a los cuatro vien– tos la paz y el bien. La actualidad de este "hombre" en la sociedad de hoy, llena de insidias, de indiferencia, deshumanización y hostigamiento, nos hace pensar que le necesitamos como hombre pacificador y libre, como hombre esperanzado y amante de los pobres, como lleno de cortesía y respeto in– condicional a todos, cantor de las bellezas de Dios, como proclamador de la fraternidad universal y rapsoda del Evangelio. Yo el "Pobrecillo Francisco soy siervo de to– dos". En la Basílica de Asís dejó el pintor Giotho un fresco del santo que reproduce la escena de "Las Florecillas" cuando Francisco ya no podía andar. Pide un borriquillo a un labriego que le acompaña en la escalada del monte Alverna. En la subida el campesino desfallece de sed. "Me has traído para que muera en el camino". El Pove– rello hace brotar una fuente para que el campesino beba. Y le dice: - "Cristo en su misericordia ha hecho brotar esta fuente para que tú bebas". Siete siglos lleva este hombre tirado en el fresco de Giotho, bebiendo de bruces en la fuente milagrosa. Todo un símbolo para la sed del mundo actual que reclama al Hermano Francisco para que nos dé: *Un sorbo de evangelio para vivirlo y repartirlo en el mundo de forma plural en los signos de hoy. 159

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