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Somos demasiado ambiciosos. Hay una impaciencia por tener que puede corroernos la paz y evitar que seamos felices con nada. Y esta es la desgracia de muchos, cuan– do en realidad la mayor felicidad de la existencia consiste en vivir a la sombra de los pequeños dones que cada día nos procuramos y Dios nos da sin merecerlos del todo. Por otra parte, "por muy avaro que seas, Dios te basta". 140

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