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"Dee" recuerda algo que sabios eminentes pudieran no haber comprendido: que todo se mueve porque Dios lo quiere; que el Creador interviene en todo; que el senti– miento del hombre vale tanto como su pensamiento; que el hombre no es sólo inteligencia práctica; que el corazón manda y es libre y que la oración ha de poner punto final a toda acción humana. El espíritu del hombre se mueve en áreas que no pue– den ser reducidas. Un bello poema de Hoederlin lo dice así de certeramente: 132 ¡Renunciad al placer de rebajar lo grande! ¡No plantéis el cedro en vuestros potes de arcilla! ¡No toméis al Espíritu por vuestro siervo! ¡No intentéis detener los corceles del sol! Dejad que las estrellas prosigan su trayecto. Y a mí no me aconsejéis que me someta: no pretendáis que sirva a los esclavos.
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