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lan la masa. Pero el periodista éticamente bien formado, jamás utilizará estos medios como escapes de evasión, co– mo arma al servicio del mal o de la mentira, o esgrima de cinismo, ni jugará al disimulo informativo... De esta forma la palabra que, a pesar de su humildad tiene en sí una fuerza y dinamismo volcánicos, puede es– tallar en las mismas manos del que escribe. Lo contrario ocurre cuando el observador es inteligente, trasmite la verdad de los hechos y de las ideas de forma imparcial y serena. En el principio se nos dio la semilla de la palabra. El periodista de vocación, no lo es para sí, lo es para to– dos. ''La prensa comenzó dando a luz la Biblia y descien– de en más de alguna ocasión al lenguaje de los verduleros... No es nuestra misión la primera, pero desde luego, tampoco la segunda''. (Balmes). 119

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