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33 El hombre que perdió el apetito. Sabemos de un hombre que perdió el apetito el día en que desde la ventana de su comedor vio un grupo .de caras famélicas que le miraban. Desde entonces redujo su vida a lo más elemental. No tiene coche y trabaja mucho. Y, sobre todo, se ha puesto, codo con codo, con aquellos que parecen no haber nacido más que para vivir en la mi– seria. Este hombre sin respeto humano y sin miedo ha sa– lido a desafiar el fingimiento que quiere ocultamos la car– ne dolorida de la humanidad. Se llama Helder Cámara, arzobispo de Recife -Brasil- y recorre cada cierto tiempo las ciudades de Euro– pa, presentando la "sinfonía de los dos mundos", los dos mundos diferentes, el de la riqueza y el de la pobreza. Se compara a sí mismo a David frente al gigante Goliat. El gigante en cuya frente ha de hacer puntería -él y nosotros– es la injusticia que amedrenta, aplasta y acoquina a los pobres del mundo. Y las cinco piedras de que dispone -como David para su honda- son la fe en Dios, la confian– za en la verdad, la confianza en la justicia, la confianza en el bien, la confianza en el amor... Helder Cámara ha calificado a su actitud de ''Desa– fío del Evangelio". Esta verdad le ha hecho ser querido por 1 los menesterosos y sencillos y respetado por todos. A veces, llamado "profeta". Otras, mal visto por los satis– fechos. ¡No podía ser de otra forma! La verdad y la cari– dad la predicó la voz más dulce que sonó en la tierra y le crucificaron. 105
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