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mente; mas prefiero no aburriros... Con todo, tened la seguridad de que cuando en alguna persona, joven de años, no encontréis «aún» o no encontréis «ya» esos tres elementos reunidos, se puede muy legítimamente concluir que no hay en ella verdadera juventud: o no ha conse– guido todavía su sazón, o ya se está disolviendo. »Desgraciadamente, esto último ocurre a veces con demasiada celeridad. ¡Cuántas juventudes prematuramente marchitas! ¿Por qué? En algunos casos, porque las taras físicas que se heredan, o las enfermedades que de– jan maltrecho el ordinario soporte de la vida juwnil que es una naturaleza vigorosa; pero con mucha mayor frecuen– cia la verdadera causa de la ruina hay que buscarla en el desenfreno moral. No hay horda que devaste tanto por la geografía física de los pueblos, como devasta por el me– jor ser del hombre un suelto tropel de costumbres licen– ciosas». El P. Fidel siguió hablando con seguridad. La lección estaba bien pensada, y en aquel domingo último de mayo, de cara al verano, con todo su ancho programa de «ex– pansiones», resultaba además muy oportuna. El día 31, a las siete y media de la tarde, había sonado la campana de la Iglesia de San Francisco llamando por última vez al Ejercicio de las Flores en honor de María Inmaculada, «Madre del Amor Hermoso». El P. Fidel de Peñacorada, acabado el acto (al que había asistido desde una de las tribunas de la iglesia) se dirigió pausadamente a su habitación. Pero al sentarse y levantar una mano hacia el estante de los libros, se dio cuenta de que más propicio estaba su espíritu para pensar que para leer. Bajó al jardín. La luz del día, en aquella hora postrera, se iba hacien– do progresivamente tenue con lenta y maraviIIosa suavidad. No podía haber otro momento en que resultara de tanto encanto el pasear silenciosamente por el jardín silencioso. Todo él era como un inefable cuadrado de paz, protegido de cuanto no fuera sosiego por las cuatro severas alas del convento. Ni de las celdas, de ventanas abiertas todas, podía venir entonces la pequeña perturbación de un alien– to de vida: los religiosos seguían aún en el coro de la 96

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