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también algunos ruidos: de campanas, hacia «las Carba– jalas»; de música bailable, hacia el «Palacio del Hielo»; de algún coche aislado, hacia la carretera de Madrid... - Bueno, amigos; vamos a hablar un poco de lo que nos ha traído a esta reunión... Seguramente estáis ya impacientes. Les fue exponiendo entonces, en tono de confianza familiar, las líneas generales de sus ilusiones. y proyec– tos. ¡ Le gustaría tanto ver allí, en torno a aquel santua– rio leonés de San Francisco, una floreciente Juventud Franciscana... ! No se trataba de acapararles a ellos de tal modo que no pudieran cumplir con los deberes de otras asociaciones, a las que tal vez pertenecían ya... ; pero tampoco se trataba sólo de que tuviesen una co– munión más al mes..., ni de que en la Venerable Orden Tercera, al lado de señores respetables, pudieran apare– cer una porción de « buenos chicos», que sirviesen para justificar una nueva bandera en las grandes ocasiones re– ligiosas del año... El quería «movilizar» (así: movilizar) para las lu– chas del BIEN a jóvenes de buena voluntad, a Jovenes capaces de entusiasmo y sacrificio, que en un movimien– to poético, generoso y esforzado, fuesen a la defensa y conquista de ciertas cosas que valían la pena. Ellos mismos podían ver la situación: el ardoroso entusiasmo que había sacudido a la Patria con motivo de la gloriosa Cruzada de Liberación Nacional, se había ido amortiguando demasiado entre las dificultades ma– teriales de cada día. Hasta muchas almas juveniles se habían dejado corroer por un materialismo práctico casi brutal. El desenfreno de los más descarados estraperlistas y mercachifles estaba produciendo alarmantes contagios en el ámbito de los criterios y de las costumbres. Incluso para multitudes de jóvenes no existía ya afán superior al de ganar dinero fuese como fuese, hasta con los mo– dos y medios más vergonzosos, para así triunfar, y di– vertirse, y hartarse..., y embrutecerse. ¡ Y ya muchos bus– caban justificar todo aquello!..., y se esforzaban en pre– sentar el estilo de vida de los peores como norma o pro– grama para los demás. Había que ir contra toda aquella corriente..., y re– chazar lo inadmisible..., y persuadir a los vacilantes, flo- 78

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