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Cuando llegó el día de ver la «harina de otro costal», la asistencia de chicas al círculo o conferencia fue lucidísi– ma. Aunque algunas no tuviesen planes de matrimonio, y otras poquitas fueran perdiendo ya las esperanzas, todas mostraban un interés desacostumbrado por el tema. La mayor parte querían de veras aprender y aprovecharse; mas no faltaban también quienes buscaban más que nada el ver consagrados sus propios puntos de vista con la au– toridad del Padre, de modo que pudieran seguir en sus acerbas críticas contra algunas que «andan por ahí con el novio tan desenvueltamente, que es una verdadera ver– güenza» ... El fue tratando el asunto ordenadamente, y con toda claridad: l. No hay por qué extrañarse de que a las chicas les gusten los chicos, y viceversa. Lo extraño, lo antinatural, sería que no ocurriera así. 2. La mutua inclinación de los dos sexos entra en los planes de Dios, puesto que es consecuencia de nuestra cons– titución natural, y Dios es el autor de la naturaleza. De esto se deduce que dicha inclinación no es mala en sí mis– ma. Pero... (aquí hizo una gran fuerza el Padre), pero tal inclinación puede arrastrar a muchos y muy serios males, si no se la somete a la disciplina de la recta razón y de la moral cristiana. El hombre «en toda la verdad de la naturaleza» no es precisamente un modelo de criatura sin maldad, digan lo que quieran Rousseau u otros teorizantes de la «democracia» pura y el naturalismo; el pecado ori– ginal es un hecho, y sus consecuencias aparecen en la his– toria de la humanidad lo mismo que en la vida de ca– da individuo: nuestra naturaleza está viciada, y tiene más facilidad para ir hacia el desorden, que para abrazarse con la virtud. 3. La tarea general de poner en orden nuestra perso– na, y la más particular de disciplinar recta v cristianamen– te la inclinación hacia el otro sexo, es una -tarea difícil, a la que hay que dedicar el máximo cuidado. Después de sentar estos puntos fundamentales, el P. Fidel pasó a decir en concreto cómo deben regularse las «relaciones» de una joven cristiana con vistas al matrimo– nio. El lo redujo todo a tres reglas: 1.a No embarcarse ligeramente en un noviazgo... 578

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