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grar eso que qms1eramos, que nos gustaría, que sería muy hermoso. Y para no claudicar en esto de la castidad, máxime en ciertas edades y circunstancias de la vida, te– nemos que recurrir diligentemente a ciertos medios, ne– gativos y positivos: unos apartan peligros o remueven obstáculos; los otros ayudan directamente en el mismo ejercicio de la virtud. »Sobre la necesidad de «negarse» a ciertas cosas, que pueden ser muy apetecibles, pero que resultan muy peligro– sas, ha escrito el P. Ayala: «No esperemos milagros... No se puede ser al mismo tiempo castos e inmodestos; cas– tos, con cine diario, con baile frecuente, bebiendo con ex– ceso y a cada paso; castos, con trato continuo, y no nece– sario, y no prudente, y libre, entre jóvenes de diferente sexo. Milagro es meterse en el incendio, y no abrasarse; ver películas o revistas con desnudeces y atrevimientos, y querer luego no padecer el recuerdo y la tentación; lle– var la vista sin freno alguno, y no sufrir después imagina– ciones molestas». ,,Es lo que antes os decía: que no se puede alcanzar un fin sin poner en juego los medios. ¿Queréis ser castos? Pues tomad muy en serio la ascética cristiana: »Evitad la ociosidad, muy bien calificada por la sa– biduría popular como «madre de todos los vicios»... »Evitad las ocasiones peligrosas: en estas luchas de la pureza, quien no se aparta de la ocasión, está perdido sin remedio. Algo quiso significar Jesús con aquello de «Si tu pie es para ti ocasión de escándalo, córtalo y échalo lejos... ; si tu ojo es para ti ocasión de escándalo, arráncatelo... » (Marc. IX, 43-47). »Poned una santa austeridad en vuestra vida (ser aus– tero nada tiene que ver con ser un misántropo o insocia– ble): quien, por ejemplo, habitualmente come y bebe sin moderación, por fuerza ha de sentir encabritados los ins– tintos de su carne, demasiado bien cebada. Por algo la oración litúrgica de la canta en el himno mañanero de Prima: «Carnis terat superbiam. potus cibique parcitas» = «Que la parquedad en el comer y beber quiebre la arro– de la carne». »Aunque a veces se quiera desvalorizar como cosas an– ticuadas, si no ridículas, a las penitencias corporales, lo 567

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