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a coger el trébole, el trébole, el trébole, a coger el trébole los· mis amores se van... » Amores y amoríos iban y venían... Por los paseos a orillas del Bemesga, por los jardines municipales de San Francisco y de San Marcos, en los portales silenciosos de las casas, bajo la luz artificial de las verbenas, el verbo que más se conjugaba entonces en León era el verbo AMAR, en sí mism0 o en su variante de QUERER. ¿No debía ser considerado con todo derecho como «mes del amor» aquel tan grato mes de junio? Sí, podía y debía; pero no sólo del amor fácil en que únicamente pensaban parejas y parejitas. Había otro amor, maravilloso y difícil, que desconocían casi en abso– luto los que hablaban de amor a orillas del Bernesga, y en los jardines de San Francisco y San Marcos, y en los portales de las casas, y bajo la luz de las verbenas... El mes de junio, con sus mieses, con sus rosas, con sus vencejos, con su sol, era el mes del Sagrado Corazón de Jesús, de un corazón que pudo ser presentado al mun– do distraído con estas sencillas, pero tremendas palabras: «He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hom– bres... y de los cuales no recibe en pago más que ofensas y desdenes». La revelación de este amor tan inmenso como incom– prendido la tuvo para sí Josefina estando un domingo del mes en la iglesia de San Francisco. Era por la tarde. Sin saber por qué, había sentido aquella tarde una suave melancolía, y también una desa– costumbrada necesidad de «ir al Señor»... Casi una hora antes de que empezara la función religiosa, estaba ya Jo. sefina arrodillada en el primer banco de la iglesia, lo más cerca posible del altar. No sabía qué podría hacer allí tan largo rato, pero ella tenía necesidad de estar allí, delante de El. A lo largo de los últimos meses se había venido fami– liarizando con la oración, y le resultaba ya bastante fácil pensar en Jesús, hablar con Jesús, amarle. Pero ahora no sabía cómo emplear mejor el tiempo que iba a estar en su presencia: si leyendo y meditando, si rezando, si pi– diendo ... Al fin, se quedó mirando muy sencillamente al Sagrario: amaba ya mucho al que estaba dentro, y aun- 120
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