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IV Con las mieses lozanas, con las rosas en plenitud, con música continua de pájaros en el aire, con una atmósfera suavemente cálida, las solicitaciones del amor se multipli– caban en el ámbito de las vidas juveniles... Parecía llega– do «el tiempo de amar»; «est tempus amandi», se había ya escrito en el capítulo tercero del Ecclesiastés. Quizá donde mejor podía notarse esta nueva tempe– ratura» sentimental que traía junio era en aquel delicioso «perder el tiempo» dando vueltas durante las horas del paseo. El paseo había cambiado ya de lugar: de las an– chas aceras de Ordoño II, se había trasladado a su es– cenario veraniego, a la sombreada avenida de Condes de Sagasta, orilla izquierda del Bernesga. Allí lucían diaria– mente su gentil figura y su buen vestir docenas de agra– ciadas leonesitas... , que se retiraban luego a casa con una regular cosecha de piropos, de palabras y de obsequiosas atenciones... En aquel paseo se esbozaban ca– da día, más cada domingo, varios nuevos e ilusionados noviazgos. María de la Gracia, que era verdaderamente linda, se había sorprendido a sí misma varias veces por los días de junio diciendo, como en un hondo suspiro, lo mismo que ya había salido de su pecho cuando los primeros días bien soleados de abril: «¡ Qué hermoso es vivir..., y soñar!» Soñar, naturalmente, con el amor. Soñar con aquello sin lo cual la vida no podía tener interés, sin lo cual no parecía posible la felicidad. ¡Amar, ser amada! ¡Tener «uno» que sólo pensara en «ella», uno a quien ella pudiese hacer feliz! En los momentos de embriaguez sen– timental ¡ qué extrañas, y lejanas, e irreales, y casi imposi– bles le sonaban las palabras <del P. Fidel ! No ser mala nun– ca, ¡ desde luego y sin titubear!; pero ¿a qué venían unos ideales tan difíciles, cuando la vida se presentaba tan sen– cillamente hermosa? No sólo María de la Gracia sentía el efecto - delicio– samente venenoso - del «ambiente,, de junio. Otras cuan– tas jóvenes terciarias iban conociendo sus mismos estados de ánimo..., aunque de hecho terminaran por reaccionar bien y siguieran adelante por su camino de fiel ejempla– ridad. 117
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