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todos toman como lo normal en la vida el atender muy preferentemente a los asuntos o asuntillos de cada uno: el trabajo, los estudios, el prepararse un porvenir mejor, las diversiones, etc..., y luego, «si buenamente se puede», se dedica algún ratito a esta o a la otra práctica religiosa. Muchas veces he oído por ahí que «las devociones, cortitas, para que no hagan daño». En fin, Padre, yo creo que la vida tiene sus exigencias, y que no se puede uno desenvol– ver lucidamente aquí abajo si no se ponen los cinco sen– tidos en todas estas cosas materiales. - La ordinaria realidad es ciertamente la que tú se– ñalas. A causa de la indolencia y relajación de casi todos los cristianos, se ha ido convirtiendo en «normal» un es– tilo de vida que de hecho es profundamente «anormal•>, porque no se ajusta a la «norma» que Dios nos ha dado. »Mira, yo no pido que se niegue la atención a esas co– sas materiales, «sin las cuales no se puede vivir». Mas ¿vor qué se ha de pensar casi exclusivamente en ellas? ¿Por qué se les ha de dedicar casi todo el tiempo? Cuando Jesús dijo: «No de solo pan vive el hombre», estaba muy lejos de afirmar que se podía prescindir del pan en la vida; sólo trataba de enseñar que sería una tremenda equi– vocación el poner en la primera línea de los afanes huma– nos la búsqueda del pan, es decir, el cuidado de las co– sas temporales o materiales. Por encima de todo ha de estar el espíritu, y lo que el espíritu necesita para su propio vivir: la práctica de la oración, el conocimiento de las realidades divinas, etcétera... Considera un poco la oración tipo, la oración modelo: Jesucristo nos impulsó a pedir en ella el socorro divino para nuestras necesida– des - «el pan nuestro de cada día dánosle hoy..., líbra– nos del mal»... - ; pero antes que todo eso, en absoluta preeminencia, puso El otras cosas: «Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad... » Resulta bien claro que un cristiano puede legítimamente ocuparse de las cosas materiales, que hasta puede afanar– se moderadamente por una confortable instalación en la vida; pero su más alta y obligatoria tarea es hacer algo por los «intereses de Dios»: que sea santificado su nombre el procurar gloria a Dios es el fin último de nues– tra existencia -, y que su reino se afirme y extienda en las almas. La vida de un hombre que no atienda a esta su 108

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