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consumada santidad, y me parece - añadió sonriendo - que vosotras y yo nos encontramos aún bastante lejos de ella. Pero el que no sea fácilmente realizable, ¿equivale acaso a que sea sencillamente imposible, utópico, o reser– vado a lo sumo para ciertas criaturas que parecen no ha– ber pecado en Adán? ¡ De ninguna manera! En tal estilo de vida no hay exageraciones, ni tampoco excesos «místi– cos». Quienes hablan de éstos y aquéllas, quizá buscan só– lo, aunque sea inconscientemente, defender por anticipado su propia cobardía o pereza, pues el declarar inasequible una cosa, excusa de todo esfuerzo por conseguirla. - Bueno; pero ¿usted cree «de veras» que un ideal de vida tan espiritual y generoso está al alcance de todos y se debe proponer a todos? - No sólo proponer, sino también imponer, pues cier– tamente Dios quiere que vivamos así. Pero entendámonos. La meta de una carrera deportiva no se alcanza tan pron– to como se dan los primeros pasos hacia ella: siempre es– tá más o menos lejana y difícil, y hay que salvar las dis– tancias, hacer un recorrido, en el que no todos tienen éxito. Pero la meta debe ser conocida y buscada por quie– nes han de hacer la carrera, y esto desde un principio, pues si no se busca, ningún esfuerzo se hará por alcanzarla, y si no es conocida, vendrá la desorientación, la imposibi– lidad de marchar certeramente hacia ella. »Del mismo modo, el ideal de una vida genuinamente cristiana debe ser conocido y buscado, y por esto se le ha de proponer a todos los fieles ya en su primera juven– tud, aunque contraste terriblemente con lo que parece ser la «natural» manera de vivir. Y nadie legítimamente po– drá calificar de inasequible, exagerado o impropio a dicho ideal, porque no se consiga vivirlo plenamente desde los primeros días. Hay que ir hacia él poco a poco, pero en un esfuerzo constante. No se debe permitir a las almas que tomen como cosa perfectamente legítima el tumbarse en las comodidades del vivir temporal, concentrando en un programa de «pasarlo lo mejor posible» su más des– pierta atención. - Sí; pero lo que usted nos viene proponiendo me pa– rece demasiado fuera de lo corriente, de lo que suele ver– se aun en personas que pasan por muy buenas. ¿Puede ser normal el vivir de esa manera en el mundo? Yo veo que 107
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