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84 III Cuenta la historia que el buen hermano, santo Melquiades, rosario en mano, fardel al hombro, volvía un día de la limosna. Trigo traía. Cuando llegaba casi al convento por la vereda ya, tan contento, le rompió el saco y quiso el cielo que todo el trigo cayera al suelo. Una bandada, - ivoraz tropel!– de gorrioncillos dio cuenta de él. No quedó un grano por el sendero y Fray" Melquiades, el limosnero, mirando al cielo, sencillo y grave, dijo a la tropa de aquellas aves: -''Porque comisteis todo mi trigo, aves hermanas, yo no os maldigo. Ancho es el cielo y el horizonte, dejad la casa, dejad el monte, y así, en el nombre de Dios, bribones, no volváis nunca jamás, gorriones... ". El capuchino, triste, calló y la bandada se dispersó. Cuentan archivos conventuales que desde entonces ya no hay pardales. Y cuando al alba cantan las aves falta al conjunto las notas graves, pues al variado, lindo concierto no van gorriones... iY esto es lo cierto!
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