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72 l.. ESPIRITUALIDAD CRlSTOCÉNTR!CA taban -dice- un cántico nuevo, diciendo: Digno eres tú, Señor, de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque fuiste degollado y los rescataste para Dios con tu sangre» ( AP. 5, 9). Este nombre santísimo es venerado en la tierra, porque todas las gracias que nosotros pedimos en el nombre de Jesús, son del todo concedidas por el eterno Padre: «Todo lo que pidiereis -dice el divino Maestro- al Padre en mi nombre lo hará» (Jn. 14, 13). Este nombre divino es venerado- ¿quién lo creería?- también en. los abismos: porque es el terror de los demonios, por él, anulados y abatidos «En mi nombre arrojarán a los demonios» (Me. 16, 17). Por la obediencia de Jesús quiso el Padre celestial que este nombre santísi– mo fuese alabado y creído por todas las criaturas: «Toda lengua -dice el apos– to!- confíese que Jesucristo está en la gloria de Dios Padre» (FI. 2, l l) ¿ Y no es esto lo que se realiza actualmente, cuando la cruz es adorada? También en el último día los condenados y los demonios a la vista de la gloria inmensa de Jesús, al comprobar su infinito poder, deberán asociarse a este obsequio. También nosotros, si somos imitadores de Jesucristo, soportando todas las luchas de la vida, participaremos en sus triunfos. Sí, termino con S. Juan Crisóstomo, creamos, pues, firmemente que el divino redentor está adornado de tanta gloria, pero vivamos también de esa su gloria; imitando sus ejemplos, siguiendo su voluntad, de lo contrario de nada nos serviría creer, sí nuestras obras no corresponden» (4-11-1914, l!, 222-224). También la virtud de la modestia fue recomendada con interés particular en sus reflexiones acerca de la vida de testimonio que los ~ristianos deben ofrecer en su manera de comportarse frente al pró– Jimo: «Una vez que hayas salido de la iglesia (después de las prácticas piadosas de la mañana), muéstrate como debe hacerlo todo discípulo del Nazareno. Sobre todo observa una gran modestía en todo, porque ésta es la virtud que mejor revela los sentimientos del corazón. No hay nada que represente con más fidelidad y más claridad los objetos, como el espejo, así no hay nada que represente más al vivo las cualidades buenas o malas del alma, como el mayor o menor ordenamiento del exterior, como el presentarse uno más o menos modesto. Debes ser modesta en el hablar, en el reir, en el porte, en el modo de andar. Y todo se debe hacer no por vanidad de figurar ni por la hipocresía de aparentar buena delante de los demás, sino por la virtud interna de la modes– tia, que rige y regula las obras externas del cuerpo. Por tanto, procura ser humilde de corazón, grave en las palabras, prudente en tus resoluciones, parca siempre en el hablar, asidua en las buenas lecturas, atenta a tus labores, delicada en tus discursos no disgustes a nadie, sé benévola con todos, respetuosa con tus mayores. Lejos de tus ojos cualquier mirada tor– va; de tu boca no salga nunca una palabra atrevida; nunca un acto vergonzo– so, ni un gesto libre, ni un andar un poco suelto, ni un tono de voz petulante. En suma, que todo tu porte exterior sea un vivo reflejo de la compostura de tu alma.

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