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tinieblas de Eva se disipan con las luces del Ave. Es una con– vicción del papel decisivo ele la Virgen corno intercesora y mediadora. Y es, ante todo, la experiencia gozosa ele que la presencia amorosa de María nos hace luminosos, transparen– tes y fragantes de cuerpo y ele espíritu hasta por instin to... La mujer nueva se reviste ele tocias sus galas ele naturaleza y gracia y se convierte en signo y símbolo del verdadero femi– nismo humanista y cristiano. La mujer cristiana causa asom– bro a los paganos que lo proclaman en el lenguaje expresivo del pueblo: "¡Qué mujeres más maravillosas da el cristianis– mo!" La mujer liberada de las costumbres y los usos paganos es el prototipo ele lo femenino en su resplandor de belleza, ele luminosidad, de capacidad de entrega y ele ternura. En el fo ndo , hay s iempre una referencia expresa a María, contem– plada como espejo ele perfección . La antítesis Eva María encuentra muy sensibilizada la conciencia popular. Aquí va un hermoso poema galante, con sabor ele buen vino de solera y de gran rigor teologal. Es un himno galardonado con los honores ele la liturgia, en la fiesta ele La Inmaculada: "Eva nos vistió de hilo. de Dios también nos privó, e hizo 1110rtales; mas de vos salió 1alfi-t110 que puso paz y quiró tontos males. Por E\'CI la maldición cayó en el género /111mc1110 y el castigo; mas por vos la bendición jite, ,, a wdas dio la mww Dios amigo... " Es un ritmo fe stival, ligero, ele copla. En el mismo tono de alegría, no sin sugerenc ias y nostalgias, se canta el "Ave, maris stella", a los acordes del órgano, en un bello y armo– nioso gregoriano: "Tomando oque! 'Ave' de la boca de Gabriel. fú11dano.1· en lapa::. cambiando el nombre de Eva... " 40
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