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CRISTO, PROTAGONISTA DE LA MISION POPULAR raíz del ser pecador. Este adentrarse en los fondos más secretos de la conciencia mediante la revisión de vida es un encuentro comprometido que «renueva» la existencia del hombre. El examen no es, por tanto: Contabilidad fría. Precisión matemática. Miedo turbador al sacrilegio. Obsesión del error. Inventario escrupuloso de pecados. Historias de pecados ... La preocupac1on «excesiva» por recordar circunstancias ex– ternas que no afectan para nada al Sacramento debe recortarse y moderarse. El desasosiego, perceptible a simple vista, produ– cido por la terquedad en reiterar detalles superficiales, en vez de escuchar las orientaciones del confesor, es señal de inmadurez y mala formación. Es peligrosa la Confesión que bucea intermi– nablemente en el pasado, en vez de abrir de par en par las puertas a Cristo misericordioso. Los escrúpulos suponen una mala configuración de la conciencia cristiana. El examen es, pues, el reconocimiento, la conciencia clara de pecado, fruto de la profundización en mi historia personal de pecados. Para que sea «renovador» debe rehuir la frivolidad y el escrúpulo. Como resultado del examen tenemos: Un diagnóstico del estado espiritual lo más fiel posible. Como se impresiona la placa de la radiografía, así debe quedar radiografiada el alma. Una revisión a f anclo para detectar la pasión dominante que engendra los pecados. No se trata de podar las ra– mas, hay que arrancar la raíz de cuajo. Después de pedir luz a Dios para reconocer las culpas ... La Confesión es un Sacramento. No basta, por tanto, detec– tar la ontológica nulidad del hombre ni reconocerse culpable: eso puede hacerlo con más intensidad el metafísico, el pensador - 89-

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