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CRISTO, PROTAGONISTA DE LA MISION POPULAR del perdón y de la gracia y una escuela magnífica de virtudes sólidas y de vida santa. Para ello hay que celebrar la Penitencia con seriedad, sin prisas y con total disponibilidad. Debe constituir un ministerio «prioritario», hasta tal punto que, en caso de incompatibilidades, habría que renunciar a otros ministerios que pueden esperar. La Confesión es la «primera dedicación» del sacerdote y no puede ser «reemplazada» por nada. La Confesión individual es un espacio fuerte para la conver– sión y la renovación, que son una exigencia básica y permanente del Evangelio y del Concilio. Es una oportunidad excepcional para el apostolado personal y para el contacto directo de «hom– bre a hombre» en que se dan todas las circunstancias favorables para una evangelización a fondo: orientación de la vida, forma– ción de criterios cristianos, mentalización para el buen combate contra el pecado, disciplina del espíritu y del carácter, educación y afinación de la conciencia ... «VETE Y NO PEQUES MÁS» Cristo nos traza el programa de acción con su ejemplo y con sus enseñanzas. Es comprensivo, delicado, amable con los peca– dores. Comprende la fragilidad, las limitaciones, la turbación, las caídas. No se rasga las vestiduras ni apedrea a los pecado– res. Los comprende, los defiende, los perdona y los rehabilita. Trae un aire nuevo que emociona a los pobres pecadores y los renueva espiritualmente: No vine a llamar a los justos, sino a los pecadores. No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. El excesivo rigor hunde a los pecadores en el temor y la desesperanza. La misericordia infunde ánimos para se– guir luchando y vencer. Nadie puede arrojar la primera piedra porque todos es– tán en pecado. El reconocimiento de esta situación de pecador es condición indispensable para ser perdonados. Es un reto a la mala conciencia de los que acusan y de- 87 -

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