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P. CALASANZ «Aire fresco». Lo que llama Charles Moeller revolución copernicana. Todos somos Iglesia. El Pueblo de Dios es también «prota– gonista» en misterio y signo de la salvación. Cristo ha enviado a los apóstoles para que vayan a predicar el Evangelio a toda criatura, para que vayan al Pueblo y den frutos «para» el Pue– blo. En esta perspectiva cobra todo su relieve el sacerdote, a quien define San Pablo como un hombre escogido de entre los hombres y para los hombres en todo lo referente a Dios. Juan Pablo II recuerda a los sacerdotes que el sacerdocio se ha realizado «en» ellos, pero «no para ellos». Sois Iglesia. Con un papel y una misión específicos «en» la Iglesia, que exige de vosotros lealtad, disponibilidad y entre– ga. En el gran teatro del mundo lo que importa es «encarnar» el personaje que nos ha correspondido en el «reparto». Y el cristiano es «otro Cristo», el hombre «de Cristo», el seguidor y servidor de Cristo. El cristiano es Cristo «otra vez», Cristo que viene de nuevo como luz del mundo y sal de la tierra. El Bautismo nos enraíza en el misterio y en el destino de Cristo, nos sumerge en su muerte y nos consagra a los bienes del Reino. En el Bautismo renunciamos a Satanás, al mundo y a la carne -a todo el ámbito de lo pecaminoso- para empe– zar la vida nueva con la proclamación de la fe en Dios, uno y trino. El Bautismo nos hace hijos de Dios, que es la máxima dignidad del hombre, redimido por Cristo. «Aire fresco». Revalorización del Bautismo como causa prin– cipal de la grandeza del hombre: «Hombre, reconoce tu digni– dad y no te rebajes ni te envilezcas». Lo dijo con frase esplén– dida el cardenal Suenens: «El día más importante del Santo Padre mismo no es el de su consagración, sino el de su Bautismo.» Hijo de Dios, cristiano, cristianado, cristianizado. Es una gran dignidad, que lleva consigo una gran exigencia. Por de pronto, la ruptura con la mentalidad profana, con el - 106 -
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