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CRISTO, PROTAGONISTA DE LA MISION POPULAR Amor es difusivo: se comunica y se manifiesta de un modo 111- cansable, en formas plásticas, originales y creadoras. «COMO A TI MISMO» El hombre es un «egocéntrico» incorregible. Con habilidad, con terquedad, a veces con infantilismo que provoca la admira– ción y la risa, el hombre busca el protagonismo: estar en el primer plano, ser considerado y amado, que se cuente con él, que se le valore. Este deseo de notoriedad está en la base de muchas obras que aparentemente se hacen por motivos más nobles: el bien de la humanidad, la conciencia social, altmis– mo, incluso beneficencia. Seamos sinceros: el hombre se arna «desmesuradamente» a sí mismo. Tiene de sí la imagen más bella, fascinante y ejem– plar. Por eso es tan celoso de todo lo referente a su persona. El egoísta entroniza su «yo» en el centro de la convivencia. El «yo» es el personaje más citado en la conversación, en las ter– tulias, en la pandilla de amigos. Como recordaba Benavente, con su ironía característica: En el meeting de la lnmzaniclacl todos gritan: yo, yo, yo ... Seamos sinceros: en una foto en la que sales tú, ¿a qmen buscas el primero, aunque estén allí tus padres o tus amigos? ¿A quién van dedicados la mayor parte de tus pensamientos y recuerdos? ¿Cuántas veces intermmpes la conversación para dejar constancia de tu «tú»? ¿Cuántas veces llevas las aguas a tu molino para que se hable de ti, de tus cualidades, de tus éxitos, de tus proyectos? Para medir el Amor de Dios -el Amor del hombre a Dios-, se ponen unas frases que lo califican: con la totalidad del ser. Para decir cómo se ha de amar al prójimo, se da una sola pista: «como a ti mismo». Es suficiente. Con que te esfuerces por amar al prójimo como te amas a ti mismo, ya has llenado el «cupo». - 9,5 -

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