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52 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA que padecieron, en los cuales perdieron algunos la vida, oprimidos de las fatigas y ejecutados de la contrariedad de los climas, a todo lo cual corresponden muchas coronas de gloria y premios de la vida eterna, demás de conseguir por su parte el fin principal de la mayor gloria de Dios, que es a lo que se deben enderezar todas nuestras obras, palabras y pensamientos; en razón de lo cual dice el Apóstol: Scientes quod labor vester non est inanis in Do– mino (52), pues sin que obste a ello la renitencia de los hombres en conver– tirse a la fe ni el mayor o menor fruto: Christi bonus odor sumus Deo in iis qui salvi fiunt et in iis qui pereunt; y aunque sea con tal diferencia que: A liis quidem odor mortis in mortem; aliis autem odor vitae in vitam; en fin, de cualquier suerte que sea, siempre tiene su premio y ganancia el operario fiel y diligente, y debemos, así por lo próspero como por lo adverso: Deo autem grOJtiasqui semper triumphat nos in Christo Jesu, et odorem notitiae suae manifestat per nos in omni loco (53). 4.-Dió, pues, principio a esta misión de Arda una célebre embajada que trajo a España por los años de 1658 cierto negro llamado Bans, acompañado de un criado de su mismo color y país, el cual dijo ser enviado por orden de Tojonu, rey de Arda, a nuestro católico monarca Felipe IV y suplicarle fuese servido usar de su gran piedad y clemencia con los de su nación, mandándoles socorrer de ministros evangélicos que los instruyesen en los sagrados misterios de la religión cristiana, porque deseaban seguir el sagrado estandarte de la cruz y recibir el santo bautismo. Fué oído el embajador con piedad católica y, manifestando S. M. su incomparable celo de la gloria del nombre de Dios, sin reparar ~n gastos, a trueque de ver dilatada la fe en aquel reino de idólatras, aplicó todo el cuidado posible para que fuesen socorridos de operarios evan– gélicos en suficiente número y calidad para empresa de tan soberanos fines. 5.-Puso luego S. M. los ojos en nuestros Capuchinos para encomendarles este empeño de su real ánimo y generosa piedad; mandó llamar al Provincial de esta santa provincia de Castilla, que lo era a la sazón el R. P. Fr . Francisco de Yecla, y le insinuó el deseo que tenía de socorrer de misioneros a los gentiles de Arda y cómo gustaría mucho fuesen Capuchinos de Castilla. Agra– deció dicho Padre a S. M. con el debido rendimiento el singular favor y honra que hacía a la Religión y ofreció servirle puntual en cuanto le ordenaba y con el número de religiosos que fuese servido. Desde entonces quedó a cargo de dicho Padre y de sus sucesores en el oficio la disposición de esta misión y comenzó a prevenir lo que conducía a ella. Escribió, como se acostumbra en tales casos, a todos los conventos de la Provincia, y, de setenta religiosos que (52) 1 Cor., 15, 58. (53) 2 Cor., 2, 14, 15 y 16.

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