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MISIONES DE LA ZINGA, BENÍN, ARDA, GUINEA Y SIERRA LEONA 7 sacramento a los que con tanta probabilidad reconocían no habían de vivir cómo cristianos. Así, pues, tomando la regla del Evangelio: N olite dare sanctum canibus, neque mittatis margaritas ante porcos, juzgando perdían tiempo, la dejaron por entonces y se volvieron a proseguir al Congo sus misiones. Este reino de Angola y el de los Abandas parece ser uno mismo, pero, como ha tenido diferentes dueños en pocos años, puede ser le hayan mudado el nombre o que tenga distintas provincias y a una la llamen de Angola y a otra de los Abandas, dándole a una y a otra nombre la ciudad o población más numerosa. Acerca de esta y de otras etimologías no nos dicen nada nuestras relaciones, con que no podemos dar luz de ellas (10). 12.-Volviendo ahora a la reina Zinga, a quien dejamos de la otra parte del río Zaire, en la conquista del nuevo reino, sucedió que, al mismo tiempo que le conquistaba, fué marchando en cierta ocasión su capitán general con el ejército y, al pasar por un bosque, encontró en unas zarzas la imagen de un santo Crucifijo, semejante al que los misioneros suelen llevar en el pecho por insignia de su ministerio y para alivio y consuelo de sus muchos trabajos; pues lo uno: Nos autem praedicamus Christum crucifixum (11), y lo otro: Quoniam sicut abundant passiones Christi in nobis, ita et per Christum abundat consolatio nostra (12). Admiróse el gentil con tal hallazgo y, vencido de la admiración o eón soberano impulso, tomó la sagrada imagen y se la llevó a la reina, la cual, noticiada del caso y haciendo reflexión de las que vió en los pechos de los Padres prisioneros en Huandu, comenzó a renovar en su deseo los buenos y antiguos propósitos con que vivía, de convertirse de veras a la fe santa de Cristo. 13.-0tros nos refieren este suceso de otra suerte, pero de cualquier ma– nera fué prodigioso y admirable. Dicen, pues, que el capitán general de la reina Zinga era un hereje holandés y que, hallándose éste la sagrada imagen en el camino, yendo marchando, como perseguidor de las sagradas imágenes, la tomó y con escarnio la arrojó entre las matas de un bosque a fin de que nadie la adorase; pero que la noche siguiente se le apareció en sueños Cristo Señor nuestro crucificado y con semblante airado le reprendió su sacrílego atrevi– miento y le mandó fuese luego a buscar su imagen y que la sacase del lugar indecente a donde la había arrojado. En amaneciendo se puso en camino y fué (10) Todo lo que aquí refiere el autor coincide con la relación del P. CAVAzzr, 374. Este añade que, al despedirles y remitirlos a San Salvador, les ofreció gran número de · esclavos, oferta que ellos rechazaron. Admirada la Zinga de esto, excla– mó: «Se debe creer que hombres que desprecian todo mundano int erés y sólo cui– dadosos de conquistar almas, hablen sinceramente y con el único fin de predicar la verdad» (CAVAZZI, o. c., 375). (11) 1 Cor., I, 23. (12) 1 Cor., I, S.

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