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MISIONES DE LA ZINGA, BENÍN, ARDA, GUINEA Y SIERRA LEONA 153 con grande ejemplo y edificación de todos (133). El tiempo que residió en las Canarias le logró tan felizmente, que con su grande ejemplo y predicación apostólica no sólo mantuvo en paz y tranquilidad a los naturales y conservó los ejercicios instituídos por sí y sus compañeros, pero los adelantó en toda la virtud y perfección cristiana, mereciendo por estos y otros semejantes oficios le nombrase el Ilmo. Sr. D. Bartolomé García, Obispo entonces de Canarias, por Visitador general del Obispado, dándole su autoridad para todo y cum– pliendo con este ministerio con suma aprobación de todos y con insigne fruto de aquellas islas y de sus moradores. 8.-Vida y virtudes del P. Fr. Diego de Casalarreina.-El otro que asimismo enfermó y que por sus accidentes no pasó con los demás a Sierra Leona, fué el P. Fr. Diego de Casalarreina. Este religioso, considerando sus pocas fuerzas para proseguir y que no era fácil se ofreciese ocasión para volver a España tan presto, habiéndola entonces oportuna, le comunicó al Prefecto la calidad de sus achaques y le pidió obediencia para volverse a la Provincia, juzgando agradar a Dios más en eso que no en proseguir el viaje, siendo gravoso a los compañeros. T.omó la obediencia del P. Prefecto y se embarcó para España en una fragata en que venían ciertos caballeros canarios. Apenas se hicieron a la mar, cuando en pocos días se hallaron cerca de Cádiz; en el mismo paraje donde se daban los parabienes del buen suceso impensadamente se hallaron asaltados de unas carabelas de moros corsarios; pelearon un gran rato con gran valor los cristianos, pero, como eran muchos los moros y tenían más em– barcaciones, al fin vencieron y se apoderaron de la fragata. 9.-Después cogieron a los cristianos y los maltrataron mucho por haberles hecho resistencia, y aherrojándolos, los llevaron con grande algazara a la plaza de Argel, adonde los vendieron por esclavos el día de la Purísima Con– cepción. Estuvo el P. Fr. Diego de Casalarreina en esta servidumbre algunos meses, y al cabo de ellos se encendió en la ciudad una peste voracísima; dedicóse al servicio de los cristianos enfermos; administrábales los santos sacramentos y les ayudaba a bien morir, dando a todos admirable ejemplo. Y empleado en esta caritativa ocupación, en que consiguió muchos frutos espi– rituales, le tocó también el contagio de la peste. Muchos testigos deponen que le habían dado precedentemente doscientos palos por haber quemado un libro de un renegado, escrito contra nuestra santa fe; otros, que padeció dos veces la epidemia común; mas en lo que no hay duda alguna y en lo que convienen todos sus concautivos es en que murió sirviendo a los apestados. De esto dan testimonio los Padres Trinitarios Calzados de Argel, en cuyo baño (133) V. infra, notas 149 y 150.
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