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Continúa la m1s1onde Sierra Leona el P. Fr. Agustín de Ronda por espacio de ocho años, y pasan a ayudarle nue– vos misioneros, pero en breve tiempo mueren todos si no es uno. 1.-Aunque las aguas de la contradicción siempre han corrido impetuosas contra estas misiones de Sierra Leona por parte de los portugueses, con la ocasión de las guerras con Castilla y con pretexto de pertenecer a la línea de sus conquistas aquellos reinos de Guinea, con todo eso, desde que las fundó el V. P. Fr. Serafín de León, nunca las han perdido de .vista los Capuchinos de España, y creo firmemente, de lo mucho que en ellas han trabajado hasta ahora, que estuvieran ya reducidos a la fe todos ellos, si algunos de esta nación no hubieran puesto óbice a ello, olvidados de sus obligaciones de cristianos y de los insignes ejemplos de sus antiguos y esclarecidos progenitores, tan dedi– cados a llevar por todo el mundo el estandarte de la cruz y el sacrosanto Evan– gelio, anteponiendo a la gloria de Dios y al crédito de su patria los intereses caducos del comercio temporal, y la avaricia y libertad de costumbres a la Religión. Digo algunos, porque no en todos universalmente se halla este contagio, si bien al presente sobrepuja el número de los infectos de esta lepra al de los sanos, y de calidad que ya no son bastantes para curarla los remedios ordi– narios, ni aun juzgo serán bastantes los extraordinarios, y así es preciso recurrir a Dios para que le envíe de su mano. 2.-Continuó, pues, dicha misión el P. Fr. Agustín de Ronda desde el año de 1657 hasta el de 1665, en que le llegó nuevo socorro de religiosos. En ese tiempo no sólo mantuvo en pie las almas que halló reducidas por el V. P. Fr. Se– rafín de León, pero redujo por sí mismo otro cuantioso número de ellas, ayu– dado de Dios y por algún tiempo también del P. Fr. Juan de Peralta, su compañero. Por los principios que tuvo en estas reducciones, según ya vimos en su misma carta, y por su ardiente celo, podremos hacer juicio moral de las