BCCCAP00000000000000000000226

102 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA sujetar al suave yugo del Evangelio. Aquí destrozó simulacros del demonio y le restituyó al Dios verdadero el culto y adoración debidos, que la astucia infernal le había tiranizado. Aquí también sembró la semilla del cielo del amor y temor santo de Dios, atareado siempre en cultivar innumerables pobla– ciones donde predicó, pasando de unas a otras, ya por tierra y ya por mar, arrancando continuamente la cizaña y malas yerbas de los vicios y pecados, siendo increíbles las leguas que anduvo y sin número los pasos que <liópara ello. ¡ Cuántas y cuántas veces le vieron humedecer aquellos eriales empe~ dernidos con las lágrimas de sus ojos! Aún hay testigos vivos que lo refieren, por haberlo visto muchas veces, en ocasiones que, obstinados los gentiles a sus razones, no querían reducirse. 7.-Algunos meses antes de morir le faltó la vista, y para mí tengo que las muchas lágrimas que lloró, por esta causa, lo ocasionaron.Muchas veces padecía por esta misma causa intolerables tormentos de amor y compasión su alentado espíritu, de suerte que no sólo podía decir con David: Zelus domus tuae comedit me, et oprobria exprobrantium tibi ceciderunt super me, pero ofre– ciéndose a Dios en víctima y holocausto por las ovejas perdidas de su rebaño, se arrojaba en el fuego del divino amor, de calidad que le vieron innumerables veces arrebatado en éxtasis competir con las copas de los árboles más altos de aquellos campos, elevados los ojos en el cielo y pidiendo a Dios misericordia con las manos levantadas por largo tiempo, como otro Moisés por los de su pueblo idólatra. Y aún se hace creíble de su caridad abrasada que le diría con amor y celo no inferior: Esto placabilis super nequitia populi tui. Cur, Domine, irascitur furor tuus contra populum tuum? (103). Y otras veces con la misma eficacia y vehemencia: Obsecro, peccavit populus iste peccatum maxi– mum; aut dimitte eis hanc noxam, aut, si non facis, dele me de libro tuo quem scripsisti (104). 8.-De estos y semejantes prodigios dan hoy en día noticias diferentes personas de la población de Logos, que tuvieron la dicha de verlos, y es tan sabido en aquellas tierras, que apenas hay quien lo ignore (105). Cargado, pues, (103) Exod., 32, 11. (104) lbid., 31-32. (105) Donde principalmente misionó el P. Serafín y donde mejores recuerdos dejó fué en el reino de los Lagozes, cuya capital llevaba el mismo nombre; en ella residió va– rios años y edificó la iglesia; en la sacristía de aquella pequeña iglesia se recogía todos los días convirtiéndola en su habitación, no obstante que, como nos atestigua uno de los que la vieron, «más parecía sepultura de muertos que habitación de vivos, no te– niendo ni otra casa, ni otra morada, ni otra puerta más que la que daba a la iglesia». Así, añade el mismo testigo, «supo aprender a vivir bien en la casa de verdad era doc– trina, que es la iglesia de Cristo; supo granjearse el bien y evitar cuanto es perju– dicial ; porque poco importa hablar bien de las virtudes, conocerlas y saber sus divi– siones si las tales virtudes faltan en la propia persona» (P. ANDRÉ DE FARO, O. F. M ., Peregrino9ao de André de Faro a terra dos gentíos, Lisboa, 1945, 59-60). Est e religioso franciscano estuvo en Sierra Leona los años 1663 y 1664.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz