BCCCAP00000000000000000000226

72 MISIO NES CAPUCHINAS EN ÁFRICA repartiendo por los puertos vecinos en la conformidad que dijimos en el capí– tulo antecedente. De ellos y de sus trabajos hicimos ya mención, pero respecto de haber proseguido las enfermedades, los dejaremos por ahora, sacrificando a Dios sus dolores, hasta que volvamos a buscarlos, y en el ínterin seguiremos a los Padres de Alé en sus peregrinaciones y tragedias. 4.-Tuvieron, pues, su hospedaje estos Padres en Alé, suficiente para sus ejercicios espirituales, y los mercaderes anduvieron tan piadosos y atentos, que les socorrieron en lo que hubieron menester mientras vivieron allí, y hasta un hereje holandés les desocupó la casa de su almacén, que era buena y capaz, para que les sirviese de iglesia y pudiesen predicar y administrar los santos Sacramentos, aunque él se estuvo obstinado en su secta. Comenzaron estos Padres a ejercitar su ministerio con gran fervor y soli– citud y, después de haber reducido aquella cristiandad, que serían hasta dos– cientos esclavos de los mismos mercaderes, al amor y temor santo de Dios, y pagándoles el hospedaje con haberlos doctrinado y sacado de sus errores y tor– pezas, viendo que en los naturales no conseguían fruto y reconociendo no lo habían de hacer en adelante, mientras su rey no se redujese, determinaron dejar a Alé y pasar dos de ellos a predicarle. 5.-Emprendió esta jornada el R. P. Fr. Serafín de León con el P. Fr. Fran – cisco de Vallecas y Fr. Alonso de Vélez, llevando en su compañía un muchacho blanco, sobrino de un mercader, un chalona intérprete y un alguacil o criado del Farba o alcaide de aquel puerto . Quedóse en el ínterin allí el P. Fr. Diego de Guadalcanal para administrar los Sacramentos a la gente de la población y también para cuidar de los ornamentos y cosas de la misión, y poder ocurrir a cualquier peligro de que los robasen los negros del país durante el viaje, por ser hombre robusto y de buenas fuerzas, y andar muy codiciosos los negros para quitar lo que pudiesen. 6.-Padecieron los Padres en este viaje no pocas incomodidades, mas al fin consiguieron llegar a la presencia del rey Chafur y de él fueron recibidos con varias y extravagantes ceremonias. Presentáronle una botija de aceite y una rastra de ajos de España, que para tal rey fué mucho regalo y él la recibió como cosa muy de su gusto. A la reina asimismo le presentó el P. Fr. Serafín un estuche curioso, y le admitió con igual gusto. Hablóles por tres veces este santo Padre en orden a su reducción a la fe, y con la energía y eficacia que se puede presumir de su abrasado espíritu y lengua de serafín, que merecía ser oída de todo el mundo por su peregrina elocuencia y dulzura; pero el bárbaro se estuvo recio en su secta de Mahoma, y lo más que pudieron recabar de él y a que se ofreció de su propia voluntad, fué a darles domicilio en su corte, tierras en que sembrar y otras cosas de la tierra, según los usos diabólicos de aquella gente miserable.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz