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66 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA mejor ocas10n, temiendo con mucho fundamento que los beguerines o predi– cantes mahometanos, que pasan a aquellas tierras a enseñar su maldita secta y hechicerías, los habían de pervertir luego por no estar bien radicados en la fe y buenas costumbres. 12.-Al fin de las cuatro semanas comenzó nuestro Señor a ejercitar a sus siervos con diferentes trabajos y enfermedades. Llególe aviso al Vice-Prefecto de cómo los Padres Fr. Luis de Piegro y Fr. Juan de Sevilla, que asistían en Jelufer, habían enfermado gravemente y que pasaban su trabajo en casa de Nuño de Olivera, portugués de nación, que había más de treinta años que residía en Guinea, y hacía cuanto podía en su alivio. Envió luego por ellos y los llevó al navío a la Barra. En él quiso Dios mejorasen, así por tener medicinas con que curarlos, como por la gran caridad que les hicieron D. Bar– tolomé de Medina, capitán del bajel y caballero ilustre de Sevilla, como Fran– cisco de Alicante, hidalgo de la misma ciudad, y Adán Díaz, que era el práctico que llevaron para comerciar la embarcación de negros. 13.-Casi al mismo tiempo llegaron otros avisos semejantes de las demás partes, de calidad que le parecieron al Vice-Prefecto los mensajeros del santo Job, según las noticias que le anunciaban; por todo lo cual hizo gracias a Dios y se dedicó al socorro de todos. En esta misma ocasión libró su Majestad divina a los dos enfermos de un peligro manifiesto de la vida, pues habiendo salido estos Padres de Jelufer en una canoa, a las dos de la mañana, casi mortales, después de allí a pocas horas se pegó fuego a la casa donde habían pasado su enfermedad, la cual se voló toda, por haber saltado en ella una centella de la fragua de un herrero y haber cantidad de alquitrán y pólvora y alguna ropa, viéndose_aquí prácticamente verificado el antiguo proverbio: Parva saepe scintilla magnum excittwit incendium. Con tales fomentos y ser la casa de paja y maderos, en un instante la redujo a ceniza, pero sin perjuicio de viviente alguno y sólo con el daño y pérdida de la hacienda, en el cual e_ntró alguna ropa de los religiosos. 14.-Habiendo concluído el capitán sus dependencias en los puertos de la Barra y el Combo, volvió el bajel río arriba, y a poco trecho le llegó la nueva al Viceprefecto de cómo los Padres Fr. Antonio, Fr. Juan de Vergara y Fr. Blas de Ardales, que residían en Sanguirigu, habían enfermado gravemente. Procuró enviarles luego socorro competente a su necesidad desde el mismo navío, y luego que llegó a Bichangor, dejó en el bajel a los convalecientes y en una lancha acudió personalmente a su remedio. Halló a los pobres enfermos con la aflicción que se puede imaginar; asistiólos con mucha caridad y con el mayor regalo que pudo, y, aunque se hallaban destituídos de fuerzas, por no poder pasar ya ni aun el agua, fué Dios servido que poco a poco fuesen tomando algunas fuerzas y alentándose a comer. Tardó en llegar el navío tres días, y en ese espacio recayeron los convalecientes que quedaron en él. En llegando,

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