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64 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA demás Padres en sus embarcaciones, y a 29 de dicho mes llegaron a dar fondo al río de Gambia, en un puerto llamado Gelufer, adonde encontraron un bajel de holandeses de buen porte, ancorado al lado de una isleta vecina llamada de San Andrés. En viéndole, se previnieron las armas, juzgando era de piratas y que acometiese, pero nó se atrevió, antes bien hizo la salva y se le respondió en el mismo estilo. Detuviéronse aquí los Padres más de diez días, esperando el beneplácito del rey de dicho puerto; después vino su Alcaide a reconocer el navío y a registrar lo que llevaba, y le pidió al capitán, de parte de su rey, se sirviese de volver al puerto de la Barra de donde toma el nombre el reino, el cual está a la boca del río y es el más próximo a la corte. 7.-En el discurso de los diez días consultaron lo que convenía hacer para el mejor logro de la misión, y, hallando en todos aquellos puertos algunos cristianos blancos, otros mulatos o criollos y alguna parte de negros, sin tener unos y otros de cristianos más que el nombre y el bautismo, porque todos vivían como alarbes, y asimismo que toda aquella porción de tierra y la que tocaba a la misión pertenecía al obispo de la isla de Cabo Verde y a sus términos, sin embargo de todo eso y que los reyes negros no resistían su entrada, antes bien se alegraban mucho de verlos, que era cuanto podía desearse, aunque ni ellos ni los vasallos trataban de convertirse; al fin era obispado y aquellas ovejas tenían pastor propio, el cual de cuatro en cuatro años, y a veces más tarde, solía enviar un visitador que bautizaba algunos niños, aunque sin solemnidad y muy de prisa, y entonces las reconocía por propias y sujetas a su cayado. 8.-Con este conocimiento y hallando ser forzoso haber de acudir a pre– sentarse al obispo de la diócesis para pedirle su consentimiento, según lo suponían las mismas facultades que llevaban de la Sacra Congregación, resol– vieron de un acuerdo y parecer que el R. P. Fr. Manuel de Granada, aunque todavía indispuesto de resultas de una enfermedad que tuvo en España, como superior y cabeza de la misión, en compañía del P. Fr. José de Lisboa .y de Fr. Miguel de Granada, se partiesen a Cacheo por el mismo río, atravesando otro llamado Casamansa, y lo restante por tierra con guía práctica del país, para exhibir los despachos ante el Vicario General del obispado, que suele residir en la población de Cacheo; y después, en alguna embarcación de las que acuden a este puerto, pasar a Cabo Verde, que dista ciento y ochenta leguas y más, a presentarse al obispo, si fuese necesario-, para asegurar de esa suerte la entrada y poder proseguir con quietud su ministerio. Pues sólo a él tocaba o admitirla o resistirla, y no parecía verosímil que un Prelado y pastor, que tanto carecía de ministros evangélicos, que le ayudasen a apacentar sus ovejas, dejase de admitirlos con gusto y estimación, cuándo por falta de ellos veía perecer irremediablemente tanto número de almas como perecían, muriendo sin Sacramentos y muchos sin el bautismo.

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