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62 MISIONES CAPUCHINAS EN ÁFRICA virtute ejus, et distribuite domos ejus ut enarretis in progenie altera, id est, según explica nuestro venerable capuchino Titelman, ecclesias particulares in populis et gentibus constituite, procuraron con toda vigilancia y fervor em– prender varias misiones para gloria de Dios y ejemplo de la posteridad: Ita ut generationibus sequentibus enarretis -prosigue- atque ita semper conse– quenti ordine de progenie in progeniem, de generatione in generationem, narrent alii aliis, priores suis posteris (71). 3.-En el número de dichas misiones fué una, y no la menos célebre, la de Guinea y Sierra Leona, la cual encomendó la Sacra Congregación a la pro– vincia de Andalucía, el año 1646 (72). Pero respecto de haber habido en su prosecución varios accidentes y ser todos dignos de memoria, referiremos ante todas cosas las noticias que nos participaron los primeros fundadores de ella y se·dieron a la estampa en Madrid al año, según parece, siguiente de 1647 (73). Hizo, pues, la costa de la conducción y de todo lo demás necesario· nuestro piadosísimo y más católico monarca de España, el señor rey D. Felipe IV, encargándole S. M. el despacho de todo para el mejor y más breve efecto, al Excmo. señor duque de Medinaceli, residente entonces en su ciudad y Puerto de Santa María en la ocupación de Capitán general del mar Océano y costas de Andalucía (74). Los religiosos nombrados para la misión fueron los siguientes: el R. P. Manuel de Granada, ex-Provincial y Prefecto; el R. P. Fr. Gaspar de Sevilla, ex-Provincial y Viceprefecto; el R. P. Serafín de León, (71) N. TITELMANN, In Psalm. 47, v. 12. (72) Ya expusimos en la introducción todo lo concerniente al origen, etc., de esta misión que fué pedida por los Capuchinos andaluces en abril de 1644, asignada a esta Provincia de Andalucía en junio del mismo año y definitivamente en febrero de 1645. Aunque no es exacta esa fecha de comienzos, señalada por el P. Anguiano, sí lo es si se tiene en cuenta que hasta el 7 de diciembre de 1646 no salieron los misioneros de Sanlúcar de Barrameda. Una de las causas de ese retraso experimentado fué la peste que se desarrolló en Andalucía por ese tiempo, en la que murió uno de los misioneros señalados, el P. Fran– cisco de Aravalle. Otros, también designados, fueron destinados a distintos sitios, como el P. Sebastián de Santa Fe, que lo fué a San Miguel de Ultramar o Mámora; por lo mismo la Congregación de Propaganda (Acta, 3 jun . 1645, f. 349, n. 49) admitía a cuatro de la provincia de Valencia y dos de Castilla. Además: el P. Gaspar de Se– villa, que cesó en su cargo de Provincial en septiembre de 1646, pidió ser agregado a los misioneros, gracia que le fué concedida, yendo en lugar del P. Sebastián de Santa Fe, así como el P. Francisco de Vallecas lo fué en lugar del P. Aravalle. (73) La relación a que aquí alude el autor es sin duda la carta del P. Gaspar de Sevilla al P. Provincial Fulgencio de Granada, escrita en 1647, pero impresa en Madrid en 1648 por Pedro de la Cruz y que lleva por título: Verdadera relación del buen su– ceso y acierto que ha tenido la misión de los Padres Capuchinos de esta Provincia de Andalucía, que fueron a los reinos de Guinea, el año pasado de 1647 (B. N.-Ms. 3818, ff. 128 y 129). La reproducimos en el apéndice. (74) Cfr. NICOLAUSCORDUBENSIS, Brevis notitia, 59. Felipe IV encomendó esa delicada misión al duque de Medinaceli por su cualida d de Capitán general, cargo que siguió desempeñando mucho tiempo, siéndole por lo mismo más fácil encontrar barco para el viaje. Después de las dificultades enumerad as y de las sustituciones he– chas, los misioneros designados en definitiva fueron los que a continuación dice el P. Anguiano.
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