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MISIONES DE LA ZINGA, BENÍN, ARDA, GUINEA Y SIERRA LEONA 55 juntó infinita gente y, llevando en procesión su ídolo, que era una estera de varios colores colgada de un palo, le iban cantando variedad de disparates y haciéndole mil reverencias. Supieron el caso los religiosos y fueron dos a esperar la procesión en cierta calle por donde había de pasar. Predicaron a la gente, desengañándola de su error y falsedad, y después tomaron la estera y con desprecio la arrojaron al suelo y la hicieron pedazos como instrumento diabólico u objeto de su idolatría. Mostraron la imagen de Cristo crucificado diciendo con Baruc profeta: Hic est Deus noster et non aestimabitur alius adversus eum. Hio adinvenit omnem viam disciplinae (58). Llevaron algunos de aquellos bárbaros tan a mal el desprecio de su ídolo, que, para vengar el agravio, les dieron muchos palos a los religiosos y los dejaron muy maltratados y heridos. 10.-Pasado un año (59), viendo que se les frustraban los medios que inten– taron y que no había esperanza alguna de reducirse el rey y menos los vasallos, trataron de buscar nuevo campo a donde trabajar y pasar a nuestras Indias, según el orden que llevaban en caso de que no fuesen admitidos en Arda, pues, aun– que aquí no faltaban trabajos y penalidade~, con todo eso les fuera de algún consuelo para perseverar ver algún fruto, pero como no vieron ninguno, les fué preciso levantar la mano y dejarlos en sus barbaridades. Así se debe hacer en tales casos, según enseña S. Isidoro por estas palabras: Vix sanctus ultro se in agane pro certamine non debet o/ferre justitiae; sed tamen si agonis fructum videt uberrimum, non debet declinare laboris periculum. Quod si majar est labor quam animarum lucrum, declinandus est labor quem minimum comitatur augmentum. En prueba de lo cual trae el ejemplo de S. Pablo y así prosigue y dice: Ultra se Paulus ad Ephesum periculis obtulit quia potius . (58) BARUC, 3, 36, 37. (59) Según testimonio del P. José de Nájera (Espe¡o místico, o. c., al lector, f. 9v.; v. infra n . 16) estuvieron allí más de un año. El barco que los llevó, no obstante tener orden de estar allí solamente dos meses, esperó y retrasó su vuelta por otros cuatro más, no emprendiendo el regreso hasta fines de mayo de 1660; con él envió el Vice– prefecto una carta a la Congregación fechada en Zima (Arda) el 26 de mayo; el barco debió salir ese mismo día o al siguiente, pues hay de él otra carta fechada el 28 de ese mismo mes y año y ya la envió por otro conducto. La primera de esas cartas la remitió el Nuncio a Propaganda el 10 de diciembre de 1661, y ésta la examinó el 30 de enero de 1662, ordenando se enviaran nuevos misioneros . La segunda del 28 se vió por la Congregación en la sesión del 28 de febrero de 1662 (APF, SA, v. 255, ff. 77, 80, 82). En esa primera carta del Viceprefe cto hace una relación de la marcha de la mi– sión, diciendo que el rey les había dado buenas palabras y al salir el barco quedaba catequizándose, pero añadía : «Sus vicios, ritos y mujeres son tantos, que no admiro les haga el demonio toda contr adicción, pues hay fidalgo que tiene más de 400 muje- . res; con que el gentío es innumerable, pues las plazas y calles y caminos de este reino es un hormigu ero continuado de gente; a este reino que por la parte de la travesía hay muchos muy cercanos, aunque todos muy extendidos por la longitud; con que si Dios nuestro Señor fuere servido de que éste reciba, como esperamos, la doctrina, podemos creer desearán se les comunique, porque con el cebo de la enseñanza de los niños están muy gozosos.» Esperanzado pide el Viceprefecto a la Congregación nuevos misioneros.
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