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mano derecha, una hermosa línea espiral, ca– minó del cielo. No vociferéis jamás. Dejad eso para los :pastores que lo hacen muy bien y están en su derecho. A veces es esto una costumbre tontamente adquirida. En cierta ocasión, la superiora de una co– munidad religiosa, que practicaba los Santos Ejercicios, le dijo al predicador: -Pero don Fulano, ¿por qué levanta us– ted tanto la voz, si las religiosas no somos más que siete y distamos de usted poco más de cuatro metros? -Pero ¿es que hablo demasiado fuerte?, contestó él. -¡Y tanto! ¡Si cada plática de usted pare– ce un pregón de Fiestas!... -Es una mala costumbre mía, ya lo veo. Soy un voceador, lo mismo cuando hablo, que .cuando .rezo, que cuando predico.

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